27.3.07

Las palabras

Se me ocurrió esta nota porque mi amiga Haydée Breslav (excelente sonetista) está empeñada en que yo le lea todos sus textos y mi inveterada deformación profesional me lleva a sugerirle correcciones.
Pero más allá de estos asuntos que tienen que ver con la confianza y la amistad, se me ha convertido en un juego literario y cada vez que recibo un soneto nuevo (por lo demás muy bien construidos) me pongo a buscarle la vuelta y a jugar con las palabras.
Para un escritor, esto se convierte en apasionante. Porque ¿qué otra cosa es un escritor sino palabras? Del modo en que las ordenemos, saldrán conceptos bellamente expresados o no. En Poesía, la palabra tiene un valor inmenso; por eso, se es más poeta si se tiene un stock más numeroso de palabras y, además, si se las sabe combinar como corresponde.
La palabra tiene una cosa que es subjetiva; a todos no les cae igual la misma palabra. Sin embargo, la gente sabe apreciar cuando la belleza aparece implícita en una metáfora, en un cúmulo de palabras que arman la frase.
El escritor es un tipo hecho de lecturas; no existe el escritor que no sea lector. Hay gente que dice: "me gusta escribir, pero no me gusta leer". No sirve. No llegarán a nada. Les falta la herramienta principal: los libros. Les falta esa familiaridad con las palabras que da la lectura.
Por eso, el escritor es un lector compulsivo. Lee todo lo que cae en sus manos. Y ese conocimiento inconsciente, que se mete por los poros, le da una riqueza potencial: el conocimiento de las palabras a la hora de escribir un texto.
En esa pasión que aparece cuando Haydée escribe (también con pasión) uno de sus hermosos sonetos, hay algo lúdico y algo gozoso. No me importa si mi amiga, luego, le dará importancia a mis correcciones; pero a mí me sirve para ejercitar algo que es casi innato: la combinación y la elección de las palabras.
Y es infinito el juego. Y es infinito el placer de encontrar una palabra que nos parece mejor que la otra. Y es casi una fiesta monumental cuando se cree llegar al punto final sin baches, sin un pifie.
Por supuesto, todos sabemos que no es así. La tarea de los hombres siempre es perfectible. Siempre está sujeta a mejorarse. Pero lo que importa es lo que uno considera "su perfección". Y si esa "perfección" coincide con la sensibilidad y el gusto preferencial de otros, se habrá tendido el puente de comunicación necesario que hace falta en cada texto que se escribe. Se habrá conseguido la patente de "escritor".
"La palabra debe acompañar como acompañan los bastones a los ciegos" -dije, alguna vez, en un poema y al gobierno de la ciudad le gustó la frase y la imprimió en los señaladores de libros. Allí está la verdadera función de la palabra: acompañar, servir de bastón de marcha. Una herramienta útil para los hombres.
!Qué lindo es ser escritor, es ser Poeta! Pero no por vanidad. Sino porque produce algo gozoso que sólo puede compararse cuando se abraza en la oscuridad el cuerpo amado, luego de haber poblado de palabras cálidas, íntimas, sus oídos.
Y la luna, que sabe mucho de esto, aplaude desde un lugar del espacio y la Tierra asiente. Y la Vida parece una sinfonía que, nunca, se escuchó.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

2 comentarios:

gurvithector dijo...

Aprecio el artículo y pregunto. En dónde se puede leer sonetos de Haydée Breslav
Un abrazo
Héctor Gurvit

gurvithector dijo...

Roberto:
Te paso mi correo electrónico
gurvithector@gmail.com
y te envío mi dirección de blog
http://hector-gurvit.blogspot.com/
Un saludo.
Héctor Gurvit