21.3.07

Cuando no se tienen ganas de escribir

Hace días que no escribo en mi blog, pero es consecuencia de que mi Internet no está funcionando como se espera. No sé qué pasa. No me deja entrar a las páginas, me bloquea, me hace renegar. ¿Será porque no lo estoy pagando? ¿Será que lo estoy usando gratis luego de un período en que, sí, pagué? !Qui lo sa!
La cosa es que, tampoco, tengo muchas ganas de escribir, de decir cosas, de opinar en medio de una sociedad que, ya, no opina; se deja llevar por el efecto "K". ¿Hacia dónde? Ah, esa es otra cuestión...
Lo cierto es que mí última nota sobre Conan Doyle, me dejó la misma sensación que debió tener el médico escocés cuando se liberó de su odiado Sherlock Holmes. !Basta! !Déjenme en paz! !Ahora quiero caminar por Oxford Street sin que me persiga la sombra de ese insoportable pedante que, encima, se pichicatea!
No pudo ser. Porque los escritores tenemos el karma de escribir. Como los torturadores tienen que ponerse a torturar. Y los escorpiones a picar y los perros a ladrar. Son los destinos que algún perverso Demiurgo nos asignó,porque sí nomás, a piaccere.
Siguiendo un poco con la literatura policial ¿leyeron a John Dickson Carr? !Cómo me gusta ese tipo! Ya sea cuando firma con su nombre o cuando apela al seudónimo de Carter Dickson. "Los anteojos negros" es una novela formidable, plena de ese clima que a los lectores les gusta y que consiste en el enigma casi insoluble.
Dickson Carr fue un "capo" del género policial, presidente del "Detection Club" de Londres durante muchos años. Allí se hizo "El almirante flotante", una novela donde cada autor escribió un capítulo; nombres como los de Agatha Christie, G.K. Chesterton, Dorothy Sayers y otros se encuentran en el volumen. El final se lo dejaron a Anthony Berkeley que era un fenómeno para escribir finales.
Una curiosidad literaria que está totalmente agotada.
Los otros días, una correctora de mi traducción del "Dr. Jekyll y Mr. Hyde" no entendía un párrafo que coloqué en el prólogo del libro. Ese párrafo era una digresión sobre la época victoriana. Esta pobre muchachita creía que estaba descolgado del prólogo sobre Stevenson; no sabía, la ignorante, que la época victoriana, pacata, hipócrita, tenía su lado oscuro. El lado oscuro que le dio Stevenson con ese texto; el lado oscuro que le dio Oscar Wilde con "El retrato de Dorian Gray"; el lado oscuro que le dio Dickens con su "El misterio de Edwin Drood". El lado oscuro de Jack el Destripador, que mató, precisamente, por esos años.
Muchachos, muchachas, la literatura no nació cuando nacieron ustedes. Hay que informarse, hay que leer, hay que saber. Y no hay que ser tan soberbios como esos que comentan libros en algunos periódicos y que, creen, inventaron la escritura.
Son tiempos difíciles !qué joder! Por eso, a veces, me agarran estas ganas de no escribir nada, como ahora, y quedarme acariciando a mis gatos sabiendo, con toda certeza, que ellos no harán alarde de estupidez ni hablarán...!Ay! ¿qué pasaría si nuestra especie naciera sin lengua y sin manos? ¿No escribiríamos tantas gansadas? ¿Seríamos mejor? ¿Aprenderíamos el arte de la humildad? ¿Nos convertiríamos en una especie inteligente y no en este mamarracho de correctoras y críticos literarios?

ROBERTO DIAZ

(Escritor, periodista, poeta, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

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