Este Murphy era un señor que tenía un sentido escéptico de las cosas de la vida. El sabía, por ejemplo, que cuando se cae al suelo una rodaja de pan con manteca, siempre esa rodaja caerá del lado de la manteca.
Y así con todo.
Días pasados, voy a buscar dinero al cajero automático. Me acompaña uno de mis hijos. El cajero no leía mi tarjeta; era de esos aparatos modernos que no se quedan con la tarjeta sino que hay que introducirla y aguardar. Cuando ya había destilado litros de adrenalina y puteadas mil, le dije, en mi desespero, a mi hijo: "Andá a buscar a algún empleado; no puede ser que no me lea la tarjeta". Mi hijo salió apresurado hacia el interior del banco. En ese momento, el cajero -como obedeciendo a alguna mágica instrucción- leyó mi tarjeta y me entregó el dinero. Todo sin chistar.
Lo mismo me sucede para entrar a este Blog. A pesar de las instrucciones de mi paciente Teresita, soy tan dinosaurio que, siempre, el Blog me ofrece dificultades para entrar. Cuando, en mi bronca, comienzo a hacer clicks hasta por afuera de la pantalla, mágicamente aparece la hoja en blanco...
Da la impresión que son los lectores los que no quieren que escriba más. Algún fantasma cibernético que, dentro de la computadora, dice: "Por favor, deja al idioma castellano en paz. ¿No lo has castigado demasiado?"
La ley de Murphy dice, también, que si uno espera un omnibus, lo mejor es encender un cigarrillo. El omnibus llegará, a lo sumo, a la segunda pitada. Si uno llega con la intención de darse una ducha de agua caliente, seguro que se descompuso el calefón. Si uno espera, con ansiedad, comer su comida favorita, lo esperan con un sandwich.
No será la primera ni la última vez que uno llega al cajero automático y, en ese preciso instante, se le acabó la plata. Y no será, tampoco, la primera y única vez, que su llave se rompa en el momento de querer entrar a su casa, a las dos de la matina. Y que encima llueva o caiga granizo.
Son las conspiraciones de la Naturaleza contra el ser humano; tal vez, la venganza por tanta crueldad ejercida contra ella. Que el clavo se doble, que el martillo dé en su dedo, que lo dejen de seña, que suene el teléfono a las tres y sea un número equivocado, que nuestro editor huya sin pagarnos las últimas traducciones, que nos abandone hasta el perro y que no podamos llorar porque nos olvidamos el pañuelo, son algunos de los contratiempos de nosotros, los humanos, a la hora de buscar que la suerte esté de nuestro lado.
Como decía el poeta en el tango: "Ni el tiro del final te va a salir". Y esa, también, es una ley de Murphy.
ROBERTO DIAZ
(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)
30.12.06
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2 comentarios:
En estos casos, cuando atentamos en contra nuestra..., el tiro del final siempre sale!!!!
necesidad de comprobar:)
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