16.2.08

La Pajarera

Desde incontables años, existe, en Wilde, una casa con una pajarera muy grande. Años atrás, la gente se detenía para contemplar la multitud de aves que lucía. Y los chicos, con los ojos llenos de asombro, seguían el vuelo raudo de calandrias y canarios, el canto multicolor, las ranas que chapoteaban en un charco de agua en el piso de la pajarera, los loros que parloteaban en otra zona de esa vivienda que cobijaba pájaros.
Todo ese lugar donde esto ocurría, estaba poblado de alegría, de mañanas soleadas, de veranos estruendosos, de trinos.
Los años pasaron para nosotros y el país. Pasaron las historias personales y las historias colectivas; hubo cimbronazos individuales y masivos, hubo comedias y tragedias, hubo de todo como suele ocurrir en la "Viña del Señor".
Lo real, lo concreto, es que tanto nosotros como el país todo ha ido retrocediendo. Los hombres fueron perdiendo la inocencia, fueron perdiendo la Poesía. El corazón de todos se fue resecando, angostando, hasta convertirse en una simple feta que late, porque sí nomás.
Apareció la muerte, aparecieron las hordas de la muerte y se llevó la vida de a miles. A su vez, cayeron, a nuestro lado, afectos por doquier. Y el tiempo, ese gran asesino, se llevó lo mejor de cada uno de nosotros.
La Pajarera sigue, todavía, en pie. Es un símbolo. Y la gente se asombra y se detiene a mirar. Pero existe una diferencia con aquella otra, la de las aves multicolores y los cantos en la mañana. En esa inmensa Pajarera, hay, ahora, un sólo pájaro. Un cardenal de copete rojo observa, confuso, hacia todos lados y sólo encuentra soledad y vacío.
Como en aquel hermoso cuento de O. Henry, cuando la enferma espera la caída de la última hoja del árbol que anunciará su muerte, siento ganas de pintarle pájaros a la Pajarera (como esa hoja que su amigo pintor le dibujó a la enferma, esa hoja perenne, dibujada, que jamás se caerá)para romper con ese presagio de que, cuando el cardenal desaparezca, he de desaparecer yo y, por supuesto, el mundo que, hoy, a pesar de sus claroscuros, lo siento, todavía, mío.
Si supiera pintar, le pintaría muchas aves a mi querida Pajarera de Wilde. Como un reflejo de estos tiempos, donde, cada vez, nos quedamos con menos pájaros, lo aliento, diariamente, al cardenal a que resista, a que no se deje vencer por la soledad.
Mientras él cante, yo cantaré. Me lo he propuesto. En esa simbiosis, yo soy el cardenal encerrado en esa Pajarera que se ha ido vaciando.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales. Fue declarado PERSONALIDAD DESTACADA DE LA CULTURA DE LA CIUDAD AUTONOMA DE BS.AS. EN EL AÑO 2007.

2 comentarios:

juan carlos dijo...

Roberto,un gusto escribirte y conocerte atravez del blog,aunque te escuche en la audición de Juan Carlos
el domingo 13 o sea ayer,muy bueno el relato y es como lo comentaste,tiene
esas reflecciones,y la mas triste es la del no te metas muy común entre nosotros,así estamos y así vamos,lo
triste,el pueblo sin memoria y otra parte sin identidad por un choripan y un vino venden el alma.
Roberto te a mi blog y gracias por tanta coincidencia,me hace ver que no estoy tan equivocado en el camino.................
www.poetajuancarlos.blogspot.com

juan carlos dijo...

Roberto,un gusto escribirte y conocerte atravez del blog,aunque te escuche en la audición de Juan Carlos
el domingo 13 o sea ayer,muy bueno el relato y es como lo comentaste,tiene
esas reflecciones,y la mas triste es la del no te metas muy común entre nosotros,así estamos y así vamos,lo
triste,el pueblo sin memoria y otra parte sin identidad por un choripan y un vino venden el alma.
Roberto te a mi blog y gracias por tanta coincidencia,me hace ver que no estoy tan equivocado en el camino.................
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