15.5.07

Entre la salud y la enfermedad

Hablaré un poco de la salud física y, también, de la enfermedad física. Porque los otros males, los del alma, son, creo, mucho más comunes y menos visibles que estos.
Los tiempos que corren tienen de los dos, pero seguramente las enfermedades del espíritu suelen esconderse en los arcones, en los viejos rincones de las casas y, a veces, se está muy enfermo y el que lo padece no lo sabe.
Las comunidades modernas están enfermas de soledad, de desamor, de falta de solidaridad. Están enfermas de soberbia, de estupidez, de afán de protagonismo, de banalidad, de apariencia, de indolencia. Estas son algunas de las enfermedades interiores que el hombre intenta disfrazar con eufemismos, con cháchara hueca o con ominosos olvidos.
Pero quiero hablar de la otra, de la enfermedad física. La salud es un bien invalorable, se dice desde los tiempos antiguos. Es una verdad de a puños. No es lo mismo transitar por la vida con buena salud o sin ella. Cuando un hombre está enfermo, es medio hombre. Pierde el sentido de trascendencia, se abandona a todo lo funesto, se vuelve patético e indefenso.
Por eso, causa pena observar esas salas de espera donde están los "pacientes", aguardando, muchos de ellos, por esa medicina milagrosa, por esa palabra que dice el médico y sirve para levantar el ánimo. A veces, el diagnóstico es a cara y cruz. A veces, salva y, otras, hunde. La medicina actual tiene infinitos caminos para develar los misterios de la enfermedad. Y en esos estudios que suelen realizarse, el resultado tiene dos caras.
Es importante que concurramos a los médicos, que no le prestemos atención a la infinidad de charlatanes que lucran con medicinas "alternativas" ni pensemos, tontamente, que aparecerá la pócima salvadora. Sólo se trata de aplicar el sentido común.
No es bueno estar enfermo, padecer de dolencias, tener la incertidumbre de cómo se resolverá el tema de nuestra salud; no es bueno tener achaques, sentirse disminuido físicamente, penar por los consultorios sin alcanzar el bienestar.
Por lo tanto, es importante la tarea preventiva, anticipar los males, desechar las sorpresas no deseadas.
Mientras consigamos que nuestro cuerpo responda con eficacia a las contingencias de la vida diaria, mientras sintamos que su respuesta es, al menos, coherente y positiva, mientras la plenitud de nuestro cuerpo nos permita desarrollar a la perfección nuestra vida, habremos alcanzado esa felicidad que no pasa, como creen algunos, en bolsillos repletos y sí pasa por estar en armonía con nosotros mismos.
Desde luego, cuerpo y mente son una sola cosa y aquello que, ya, los antiguos conocían a la perfección, debe ser el resultado de una vida vivida lo más intensa y agradablemente posible.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

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