18.1.10

Ciclo Literario

Ultimamente, estoy hecho un "hombre de radio". Primero, fue mi amigo Juan Carlos Apicella que me invitó a hablar sobre tango y de "bueyes perdidos" en su programa radial. Y allí lo vengo haciendo los domingos, tipo 11 horas, cuando me llaman por teléfono de la AM 1480 y chamuyo de lo que venga. El bueno de Api me deja hacer y yo hago...sanateo de lo lindo y los ñatos del otro lado del éter se prenden...
Los otros días se me ocurrió decir que me habían recomendado cloruro de magnesio para esta rodilla derecha que me tiene a mal traer, y empezaron a llover los mensajes. Me decían que lo tomara, que era bárbaro...hasta hubo un tipo que contó que su suegra lo había tomado y, ahora, caminaba fenómeno..."Ya viene todos los días hasta mi casa a romperme las pelotas..." -me dijo el sufrido yerno. Me hizo reír mucho.
Y, ahora, esta propuesta generosa de Eduardo Marino que, a propósito de mi Blog, me llamó desde el sur, donde estaba veraneando, y me ofreció un espacio en su programa "Rincón Porteño" para chamuyar sobre Literatura.
Va por Splendid (AM 990) los sábados de 14 a 20. Hay otros muchachos que saben un montón en lo suyo y, cada uno, habla sobre la disciplina que domina y se producen charlas muy lindas y vienen invitados polentas como la encantadora Virginia Lago que el sábado pasado habló sobre el espectáculo teatral en que está trabajando: "Las chicas del calendario".
Para los que desconocen el tema, esta obra está basada en un hecho real: en un pueblito del norte de Inglaterra, unas mujeres ya veteranas decidieron hacer un almanaque en la que salían desnudas. El objetivo: recaudar fondos para luchar contra la leucemia. Fue un éxito comercial y un impacto esas señoras desnudándose para un fin benéfico.
Luego, se produjo la película y, ahora, la obra teatral que está recorriendo el mundo. Estas actrices nuestras (Virginia Lago, Linda Peretz, María Rosa Fugazot, María Valenzuela, Norma Pons, Dora Baret, Rita Terranova) la están representando en el teatro Metropolitan (Corrientes al 1400) y le prometí a Virginia ir a verla.
Ojalá tengan el éxito que se merecen estas señoras actrices de nuestro teatro.
Bueno, como ven, me embarqué en otro laburo y van...
El sábado pasado, hablé sobre Arlt; el que viene, hablaré sobre Borges.
Espero que los oyentes lo acepten; no sea cosa que se empiecen a rajar cuando me escuchan y el pobre Marino se quede sin audiencia.

ROBERTO DIAZ
(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales. En el año 2007, fue declarado "PERSONALIDAD DESTACADA DE LA CULTURA DE LA CIUDAD AUTONOMA DE BUENOS AIRES, POR LA LEGISLATURA PORTEÑA)

11.1.10

Chesterton

Gilbert Keith Chesterton, fue un escritor inglés, que vivió a caballo del siglo XIX y XX. Los lectores lo conocen mucho por su saga del Padre Brown, personaje eclesiástico puesto a detective, que resuelve casos criminales a la manera de Sherlock Holmes, el célebre investigador creado por Sir Arthur Conan Doyle.
Chesterton era muy gordo; tanto es así, que Jorge Luis Borges (que lo admiró) dice que, cuando se levantaba en el omnibus para darle el asiento a una dama, en realidad daba dos asientos.
Andrómeda, la editorial para la cual trabajo, me pidió la traducción de estos libros de cuentos sobre el Padre Brown.
Debemos decir que los derechos de autor de Chesterton, han caducado porque este escritor que fue poeta, cuentista, novelista y ensayista, falleció en 1936, es decir hace más de setenta años. Por lo tanto, es un escritor apetecible para reeditar porque ya no es necesario pagar sus derechos.
Algunos no opinan bien de Chesterton; dicen que fue racista y discriminador, sobre todo con los judíos, en algunos de sus textos. Lo que, sí, me atrevo a decir es que su catolicismo practicante, siempre está latente, sobre todo en estos casos donde interviene el Padre Brown, un curita humilde, tímido, que tiene una mente sagaz y resuelve los misterios que se le presentan.
Algunos de estos argumentos están bien logrados. Es una lectura que entretiene aunque puede volverse monótona porque la mecánica de su escritura se repite.
Pero hoy quiero hablarles de uno de estos cuentos titulado "El signo de la espada rota" (puede tener algún otro título que se le asemeje) porque me parece que su trama es, realmente, inteligente.
Chesterton parte de un viejo axioma popular, que dice: "si quieres ocultar una hoja, fabrícale un bosque a su alrededor" o "si quieres ocultar un grano de arena, construye una playa" y así por el estilo.
En este relato, hay un General angloindio llamado St. Clare y un líder popular brasileño llamado Olivier. El General es un personaje con una trayectoria militar ejemplar; sin embargo, ataca imprudentemente a las líneas brasileñas, y produce una derrota sin atenuantes. Lo raro del caso es que este General, cuyos atributos militares son intachables, haya llevado a su tropa a semejante acto absurdo. Y lo raro del brasileño, es que siendo considerado como un hombre generoso y magnánimo, enemigo de verter sangre, haya tomado la resolución de colgar al General, luego de terminada la batalla. Cabe consignar que St. Clare fue el único enemigo que colgó el brasileño de un árbol, ya que a los otros soldados les dio la libertad.
Con estas contradicciones y estos curiosos actos, que contrastan con el modo de actuar de estos dos personajes, Chesterton construye el enigma y fabrica una tragedia que tiene mucho de original y sosprendente.
Por razones obvias, no contaré el final del cuento, pero recomiendo leerlo. Está editado en "La Inocencia del Padre Brown" un libro que reúne doce textos sobre este cura inventado por Chesterton. Este cuento me pareció superlativo, pero hay otros que están en una misma línea de excelencia.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales. En el año 2007, fue reconocido como "PERSONALIDAD DESTACADA DE LA CULTURA DE LA CIUDAD AUTONOMA DE BUENOS AIRES" por la Legislatura porteña.)

4.1.10

!Fue el mayordomo...Fue...!

En esta Babel que es la Literatura, yo me metí, una vez, en esa Torre y no salí más. Quiero decir, sin metáfora mediante, que tengo varias bibliotecas en el lomo.
He leído de todo, en un esfuerzo desmedido por vencer al pibe de barrio, de familia laburante, y sacar patente de tipo culto. Con los años, me di cuenta que esto tiene una importancia relativa. Lo principal, lo medular, es que esos libros hayan servido para darte un poco de civilización, un poco de sapiencia, un poco de astucia, un poco de comprensión para andar por esta "selva endemoniada".
Todo escritor es un compulsivo lector; de no ser así, no es nadie.
La Literatura tiene un montón de géneros, de estilos, de formas, de técnicas. Recuerdo que, durante mucho tiempo, los tilingos de siempre decían que la literatura policial era "un subgénero". !Carajo! -decía yo. Un subgénero que dio escritores como Poe, Dickens, Chejov, Conan Doyle, Chesterton, etc. !Qué raro subgénero!
Después, me di cuenta que los tilingos son unos "giles" que repiten, como loros. Y pueden cambiar de opinión como se cambia un calzoncillo cagado...
Creo, sin alarde de otario, que me leí todas las novelas policiales habidas y por haber. Algunas son deleznables, escritas por individuos mediocres. Pura hojarasca.
Entre nosotros, hubo algunos impresentables...Pero novela policial escribió Marco Denevi, mi querido amigo Marco, un escritor notable. "Rosaura a las diez" podría figurar entre los mejores textos del género. Como el de este Eduardo Sachero que escribió: "La pregunta de sus ojos" y logró una trama formidable, que cierra por todos lados.
Entre los extranjeros, puedo extasiarme con un título de John Dickson Carr, con la maestría para el suspenso de William Irish, con ese compendio de literatura que es Georges Simenon, con ese "caza gañote" que utiliza, con una habilidad sorprendente, Hadley Chase.
El género policial exige raciocinio, exige lógica. Pero, de pronto, aparece Michael Burt y escribe "El caso de las trompetas celestiales" con un final fantástico; y lo mismo hace Eden Philpotts (poeta, por otra parte, reconocido) en "El cuarto gris", dos novelas que escapan al dogma del género. O ese monstruo de Patrick Suskind con "El Perfume"...
Y aquí viene lo que quería decir. Hay un código de hierro en la literatura policial, que dice: "el mayordomo nunca puede ser el asesino". Cuando decimos mayordomo, decimos todo "personal de servicio". Los ingleses, tan flemáticos ellos, nunca se quisieron mezclar con la servidumbre: que el bolonqui quede entre ellos...
Sin embargo (y si hay más títulos, por favor, háganmelo saber) hubo una escritora inglesa que rompió el código. Me refiero a Patricia Wentworth que en "La daga de marfil" señala como el asesino al mayordomo Marham.
Creo que es una "chorrada" -como dicen los españoles-. Una decepción tremenda. Un "desconsuelo brutal". Porque cuando estamos esperando que algunos de esos burgueses estirados vaya a la horca, resulta que esta mina se inclina por el mayordomo. Pero el absurdo está en que la esposa del mayordomo, que es la cocinera en esa mansión, sigue haciendo unos soufflés de rechupete y un pastel de naranja !con mandarinas! mientras a su marido se lo llevan a la cárcel por haber asesinado a su amo con esa célebre "daga de marfil".
Cuento el final porque esta novela de la Wentworth no merece leerse ni perder el tiempo en esa vorágine de horarios, donde entró uno, salió otro y el fiambre pide a los gritos que no lo jodan más. Porque, para que le cerrara la trama, ese despacho donde se consumó el crimen parecía la estación Constitución a las seis de la tarde.
!Fue el mayordomo...Fue...! Una turrada de la inglesa acusando al proletariado de tan infame hecho de sangre.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales. En el año 2007 fue declarado "PERSONALIDAD DESTACADA DE LA CULTURA DE LA CIUDAD AUTONOMA DE BUENOS AIRES" por la Legislatura porteña.