18.10.07

La muerte, impredecible

Hay un breve relato ilustrativo de Jean Cocteau. Dice que un vasallo se presenta, aterrorizado, ante su rey y le dice: "Acabo de ver a la Muerte y me hizo un gesto. Mejor huyo a Ispahán."
Por la tarde, el rey la encuentra a la Muerte y le dice: "hoy, a la mañana, mi vasallo huyó, aterrado, porque tú le hiciste un gesto amenazante". "No -responde la Muerte- mi gesto fue de sorpresa porque lo encontré aquí cuando, por la noche, debo tomarlo en Ispahán."
Estos rasgos son propios de la impredecible Muerte.
Rasputín era un monje loco que tenía cautivado al Zar y la Zarina. Un grupo de oficiales del ejército decidieron asesinarlo y lo invitaron con pasteles y vino al que le pusieron cianuro. Pero, como no pasaba nada, el Príncipe Féliz Yussupov le disparó y, luego, le pegó en la cabeza con un bastón relleno de plomo. Lo arrojaron al río Neva. Esto ocurrió en Petrogrado en 1916 y cuando le hicieron la autopsia a Rasputín, encontraron que éste había muerto !ahogado!
En 1911, un francés llamado Teichelt aseguraba haber inventado una capa murciélago; quería arrojarse desde la Torre Eiffel, pero los encargados de la Torre se lo prohibieron. Entonces, buscó permiso en la policía parisina, que se lo otorgó. Teichelt se arrojó desde la Torre y se estrelló contra el pavimento.
El doctor John Webster, profesor de la Universidad de Harvard, le debía dinero a su colega, el doctor George Purkham. Decidió, por lo tanto, asesinarlo, cortarlo en trozos y enterrarlo en un pozo. Pero un portero perspicaz descubrió el pozo y Webster fue ejecutado en la horca.
El escritor inglés Francis Bacon, contemporáneo de Shakespeare, murió de un resfriado. Comió un pollo que había rellenado, previamente, con hielo para conservarlo.
El escritor George Bernard Shaw murió a los 99 años luego de ponerse a hachar un árbol en su casa. El frío que tomó le hizo contraer pulmonía.
Cuando Horacio Quiroga fue internado en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires para realizarse algunos estudios (Quiroga padecía de cáncer de próstata) se enteró que, en otro piso, tenían oculto a una persona que se asemejaba al hombre elefante. El escritor pidió compartir la habitación con aquel ser humano deforme. Esto le hizo ganar la veneración del pobre hombre. Dicen que, cuando Quiroga toma la decisión de quitarse la vida, este hombre le ayudó a conseguir el cianuro.
Como vemos, la impredecible Muerte siempre está al acecho y se rodea de circunstancias; a veces es previsible, otras excéntrica, a veces sorpresiva, otras apela a la complicidad del tiempo. Pero, siempre, es implacable.

ROBERTO DIAZ
(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones con premios nacionales e internacionales)

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