Vivimos tiempos de extremada soberbia personal; por un lado, se envían mensajes contra la discriminación y el respeto a los derechos humanos; por el otro lado, la violencia, el fanatismo y las actitudes personales extemporáneas, ensombrecen la vida de relación y empobrecen nuestras capacidades.
El hombre es el único animal capaz de tropezar, infinitamente, con las mismas cosas. Y los tantos siglos de vida y de civilización, no han servido para hacerle recapacitar sobre sus propios errores.
Las verdades aparentes o sofismas, están, siempre, a la orden del día. Y esto es explotado, arteramente, por los gobiernos de turno. Por eso, multitud de jóvenes son llevados a la inmolación, a la guerra, siempre con consignas que exacerban una trascendencia que es mentirosa, que es banal.
La vida es un compendio de estas luces y sombras que suelen caer sobre cada escenario. Por eso, para Shakespeare, los hombres y mujeres eran, simplemente, actores.
Es importante que cada persona posea su propia autoestima, pero esa autoestima debe ser equilibrada, debe tener sustento. Vemos, en nuestra vida diaria, cómo mucha gente sale a la calle creyendo que va a una contienda bélica y procede en consecuencia. Son aquellos que adoptan actitudes descomedidas, que tratan mal a sus congéneres, que son incapaces de brindar una sonrisa o un gesto solidario. Lo vemos a diario: en los mostradores de los bancos, en cualquier oficina burocrática, en cualquier tienda de barrio donde el o la vendedora parece creerse la reina de Saba. Es patético, pero es así. Y lo lamentable es que no hay remedio para semejante estupidez.
Le hacen creer a la gente que son importantes, pero no en las cosas que, realmente, son importantes. Valga este galimatías. Sentirse importante en las cosas insignificantes, es ser, ni más ni menos, que insignificante.
Por eso, hablamos de los gatos panza arriba, metáfora para señalar que la vida debe ser vivida con algo que se llama sentido común y que alguien, como Pascal, lo definió como el menos común de los sentidos.
Y es cierto. A la humanidad entera, le hace falta un baño de humildad y templanza; un baño donde nos consideremos, definitivamente, una raza más y tratemos, en consecuencia, de mejorar. No con libros de "autoayuda" que es un método facilista y engañoso sino con una profunda recapacitación interior para saber qué somos y qué queremos ser.
ROBERTO DIAZ
(Escritor argentino, periodista, traductor de habla inglesa, con premios nacionales e internacionales)
26.11.06
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1 comentario:
Qué interesante! Es cierto, un autoestima alta permite que no te lleven de las narices por ejemplo como también sucede..y el tema de la humildad fundamental también, acá todos se creen lo máximo. Voy a seguir leyendo porque me parece que tu blog es muy interesante, saludos.
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