19.4.10

La ingenuidad de los ´60

Recuerdo que aquella entrañable generación de los años 60, iba al cine Lorraine a ver esas "plomadas" de Antonioni y Bresson, para, después, salir a discutir las imágenes, sentados a una mesa del viejo "Paulista" de Corrientes o en "El Colombiano". A Fellini le mirábamos cada escena con manía de entomólogo y Passolini, a mí, me hacía dormir a los diez minutos de empezada la película. No sé. Tenía una habilidad con los "travellings" que me hipnotizaba. Yo roncaba como loco en una butaca.
!Qué ingenuidad la de los muchachos de los 60! Analizábamos los tangos, nos gustaban "Los Beatles", admirábamos aquella gesta de los barbudos cubanos, comíamos en "Bachín" y hacíamos largas mesas con Minguito Altavista, con Javier Portales, con Julio de Grazia, con Marquitos Zucker. Nos extasiábamos escuchando a Raúl González Tuñón que nos contaba sus aventuras en el París de los surrealistas o cómo había conocido a Gardel a bordo del "Conte Rosso".
Los muchachos de los 60 fuimos soñadores, líricos, bohemios, atorrantes. Buenos tipos.
Los 70 fueron otra cosa. La muchachada sintió que tenía que ser violenta, que había que cambiar el mundo a los tiros. Impulsados (y cegados) por "ideólogos" que hicieron su agosto, se inmolaron a sangre y plomo. Los milicos desempolvaron el Manual de los asesinos de la OAS y los torturaron y masacraron...
Y no satisfechos con ese baño de luto y sangre, inventaron la "Gesta de las Malvinas" una farsa acompañada por periodistas alcahuetes, a los que les escribían el libreto del triunfo heroico cuando, en verdad, se trataba de una humillante derrota.
Esta Argentina (para los muchachos de hoy, que no la vivieron) existió. Y algunos de esos "ideólogos" viven, panchamente, en Europa o se pasaron a trabajar para la CIA.
En el camino, quedó un país fragmentado, lamiéndose las heridas, quedaron madres llorando a sus hijos desaparecidos, una justicia que no terminó de cerrar las cosas y un resentimiento en muchos corazones que no nos hace nada bien.
Transcurrió la friolera de casi cuarenta años y, aún hoy, todavía estamos recordando, con dolor y sufrimiento, aquellos años de locura.
Tengo amigos desaparecidos; yo mismo me fui un rato a España porque sentía mucho miedo. No me averguenza confesarlo. Tengo autoridad moral para hablar de todo esto. Y nadie puede arrogarse ser "campeón" de nada. Ni los que se fueron ni los que se quedaron.
Y tenemos la obligación moral, unos y otros, de cerrar definitivamente este capítulo oscuro y denigrante de nuestra historia.
Esto no se consigue tensando la cuerda, acusando con dedo admonitorio como si fuéramos los dueños de la Verdad, de la Valentía y de los Derechos Humanos.
Esto se consigue con más humildad, con más inteligencia, con GRANDEZA.
Quien no comprenda esto, es un imbécil. Y continuaremos haciéndole mucho daño al país y a las nuevas generaciones.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales. En el 2007, fue reconocido "PERSONALIDAD DESTACADA DE LA CULTURA DE LA CIUDAD AUTONOMA DE BUENOS AIRES" por la Legislatura porteña.