4.9.08

La edad del diablo

En las recopilaciones de cuentos que realizó ese portento llamado Javier Villafañe, poeta, tiriritero, trotamundos, que recorría, con su carromato, el país y otras regiones, está este cuento muy gracioso y que nos habla del ingenio popular.
Ustedes saben que el diablo fue, siempre, un personaje que llamó la atención. El hombre anduvo detrás de él, ya sea para perseguirlo o para halagarlo con el simple objetivo de recibir algún beneficio de él.
El Diablo, aunque se dude de su existencia, siempre está presente en nuestra vida porque todo lo malo se le adjudica a él y es parte de la mitología cristiana, esa que dividió, en su momento, las zonas del alma: lo bueno y lo malo, la santidad y lo demoníaco, lo angelical y lo perverso.
El Diablo está presente en la Literatura desde los tiempos de la antigüedad. Virgilio en "La Eneida" hace descender a su héroe Eneas a las profundidades del Hades donde, en verdad, estaría situado el Infierno, residencia de este señor llamado Diablo o Demonio o Mefístófeles y decenas de nombres más.
Dante nos habla del Infierno en "La Divina Comedia" y divide a los réprobos, a los indeseables en diversas categorías o círculos. Allí se asaban a fuego lento los condenados. Milton también lo cita en "El Paraíso Perdido", Goethe lleva a cabo un pacto con él en "Fausto"; Blake escribe "El matrimonio del Cielo y el Infierno" donde los demonios sostienen discusiones con los ángeles y suelen ganarles. Antes, el sueco Swedemborg se encarga, también, de estos temas. Max Beerbohm escribe un cuento sugestivo sobre el Diablo y lo titula "Enoch Soames" y Stevenson también lo trata en "El diablo en la botella".
Por último (aunque hay muchos más) nuestro Ricardo Güiraldes en "Don Segundo Sombra" intercala ese texto pleno de gracia y picardía donde el diablo es burlado por el herrero.
En "La edad del diablo", Villafañe nos cuenta lo siguiente: el diablo le otorga una gracia de veinte años a alguien que pasa a tener riquezas, mujeres y fama. Pero está ese límite impuesto de los veinte años; para conseguir esa gracia para siempre hay que acertar la edad del diablo. El plazo está por vencerse y el hombre está desesperado. ¿Cómo saber la edad del diablo? Entonces, su esposa, ingeniosa, le dice que ella lo conseguirá. Manda juntar todas las plumas de las aves de la región y colocarlas en un tacho; y en otro tacho, llenarlo de miel. Cuando llega el día, se desnuda, se mete dentro del tacho con plumas y, luego, en el tacho con miel y queda así esperando que el diablo llegue. Este, al verla, se rasca la cabeza, le pregunta cómo se llama; ella (que parece una extraña ave) le dice: "Juagá". Y el diablo exclama: "en los cuatrocientos setenta mil cuatrocientos veinte años que tengo, nunca vi ave igual".
La mujer corre a contárselo a su marido quien responde, con acierto, a la pregunta del diablo sobre su edad y se salva de volver a una vida de miseria y privaciones.
Fin del cuento.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales. En el año 2007fue reconocido como "PERSONALIDAD DESTACADA DE LA CULTURA DE LA CIUDAD AUTONOMA DE BS.AS."

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