15.8.07

El solitario de San Ignacio

Me encargaron un libro sobre Horacio Quiroga. Deberé seleccionar sus cuentos y escribir una nota extensa, introductoria del volumen. Por lo tanto,ya me sumergí en ese mundo inhóspito, solitario (casi huraño) de este excelente cuentista.
Horacio Quiroga encontró su lugar en el mundo cuando se retiró a esa vida alejada de la civilización, a orillas del Paraná, a unos cinco kilómetros de San Ignacio.
La selva lo rodeaba, lo rodeaban las alimañas, el río, los mosquitos, el calor y el silencio. ¿Estaba a gusto en ese lugar? ¿Realmente le agradaba permanecer tan alejado de la ciudad, de sus amigos de Buenos Aires, de las tertulias literarias?
"El corazón humano es tan insondable como el mar" -decía Lautreamont y, por lo tanto, es difícil saber qué pasó por la cabeza de ese hombre que era Profesor en el Colegio Nacional para irse a enterrar en el monte misionero.
Lo que es indudable es que escribió sus mejores textos en esa lejanía. Sus cuentos, técnicamente perfectos, tienen un conocimiento acabado de la naturaleza que describe. Sus climas tienen grandes influencias de sus escritores admirados: lo sombrío de Poe, lo fantasmagórico de Kipling, la brevedad de Maupassant, la entereza moral de Conrad. Allí están sus padres literarios. Y Quiroga reconocía (lo dice en su Decálogo del Perfecto Cuentista) estas influencias, de escritores a los que admiraba.
Pero nada invalida sus excelencias de escritor. Esos libros que escribió en soledad, son de lo mejor y a ellos les debe su trascendencia. A Horacio Quiroga se lo lee porque interesa su lectura, porque son atrapantes sus historias y porque demuestra, en cada línea, esa férrea lucha del hombre contra las fuerzas de la Naturaleza y contra sus propios fantasmas.
La vida de Quiroga fue trágica. Provenía de una familia de suicidas y su esposa terminó suicidándose. Años después, atacado de una enfermedad terminal, él también se suicida en el Hospital de Clínicas. Se envenena con cianuro.
También su hijo Adrián seguiría el camino trágico de su padre.
Se están por cumplir 70 años de su trágica muerte y sus libros siguen ocupando las mesas de librerías, se ofrecen como lectura a los jóvenes estudiantes y, siempre, es un gozo descubrirlo y releerlo.
Por lo tanto, se que mi tarea será placentera porque hablaré sobre un escritor al que quiero y porque encontrarme, otra vez, con sus cuentos, es una aventura que no se puede dejar de correr.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

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