25.11.07

Homero Manzi

Muchos años atrás, escribí una nota sobre Homero Manzi que titulé: "Manzi y la ternura". Creía (y sigo creyendo) que la característica principal de este poeta es, precisamente, esa mirada cálida y melancólica hacia las cosas que pasaron, hacia los seres que se han ido. Y todo lo hizo con alta dignidad poética, con una belleza expresiva que es inigualable en el tango-canción.
En un diálogo entre amigos, y ante el comentario de cuánta ordinariez hay en los programas de tango y en muchos de sus protagonistas, yo decía que el género siempre ha estado dividido. Entre los que lo dignificaron, agregándole belleza y poesía, humanismo enaltecido y una dramática importante y aquellos que lo bastardearon, que lo hicieron pasatista, burdo, carente de poética, tonto y canfinflero. Por lo tanto, no estoy dividiendo al Tango entre popular y elitista. Por el contrario: lo genuinamente popular es esa versión sublime del tango-canción que nos trajeron los Manzi, los Discépolo, los Cátulo Castillo, los Homero Expósito, los Troilo, los Di Sarli, los De Caro...Podría seguir citando. De los otros, mejor ni acordarse.
Pues bien: esa dicotomía sigue existiendo. Por eso, abominaron de Piazzolla, de Rovira; endiosan a tipos que no podrían cantar ni en el baño de la casa y para estos sinvergüenzas, todos son "genios", "cantorazos", "poetas", etc.
En este manoseo casi escatológico (por no decir pornográfico) que hacen con las palabras muchos difusores actuales de tango, está una de las causas del por qué el tango ha perdido favor entre la gente. Aferrados al negocio de la nostalgia, propiciando, a veces, lo peor del género, apostando, permanentemente, a la mersada, lo han ido destruyendo.
Por eso, Manzi. Por eso, su alta poesía popular. Por eso, un tango como "Sur" que es una elegía a toda una época y a todo un barrio. Rememorado por alguien que conocía lo que era la sensibilidad.
Hoy en día, hay dignos exponentes de la difusión tanguera. Cito a Malbrán, a Sancinetto, a Nolo Correa, a Ricardo Horvath y hay más. Pero, también, hay una legión de tipos que dan vergüenza ajena, comenzando por ese barato del peluquín, siempre enredado en giladas.
No voy a decir más porque me dejo embargar por la pasión y termino yéndome de boca. ¿Será porque odio o amo al Tango? ¿Será porque no soporto a estos sinvergüenzas que viven a costa de un tango estereotipado, mentiroso, falto de contenido y burdo por donde se lo mire?
Manzi cumplió el centenario de su nacimiento y está muy bien que homenajeemos como corresponde a tamaño artista. Claro. En esos homenajes, se colaron muchos por la ventana, los "viudos" y "viudas" que, con total impudor, se lanzaron a hablar como siempre, tocando de oído... Y hasta (!oh, el oportunismo!) escribieron algún libro o librillo sobre el particular.
Manzi no es culpable de estos especímenes. El hizo, en vida, todo lo posible, por dignificar el arte popular. Por eso, me inclino ante su memoria y lo reverencio.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales; acaba de ser nombrado "Personalidad Destacada de la Cultura de la ciudad autónoma de Buenos Aires")

18.11.07

El desarraigo

Hay, en la literatura, notables textos sobre el desarraigo. Desarraigo que puede ser en lugares distantes del Planeta, lejos de su rincón natal o pueden ser desarraigos interiores, la problemática de sentirse solo en medio de la multitud y en su propio habitat.
Los escritores, con su sensibilidad siempre a cuestas, han tocado este tema de diversas formas; pero siempre hay dramaticidad cuando se trata de esta cuestión.
Recuerdo un cuento de Katherine Mansfield que se llama "El viaje". La trama es, simplemente, el viaje en barco de una abuela con su nieta. Acaba de fallecer la madre de la niña y la mujer la lleva a vivir con ella y con su abuelo. La melancolía y la tristeza que emana de este formidable texto, escrito por una de las más grandes escritoras, fabricantes de clima, no tiene parangón.
También recuerdo "La fuerza de la costumbre" de Somerset Maugham donde un funcionario inglés, recluido en un lugar de Malasia, vuelve, luego de sus vacaciones en Inglaterra, con su flamante esposa. Hay una mujer nativa que merodea la casa y, al final, se sabe que este hombre ha convivido con la nativa y tiene hijos de ella. Su joven esposa no acepta la situación y decide volverse a Inglaterra. La culminación del cuento es una obra de arte: un chico nativo se acerca a la casa y le dice al hombre, entristecido, "dice mi madre si puede volver". Y el hombre, luego de un instante, le dice que sí.
Hay desarraigo en los personajes de Horacio Quiroga, encerrados en la selva misionera. Hay desarraigo en un cuento extraordinario de Kipling, también de funcionarios ingleses metidos en esas colonias distantes; hay desarraigo en los personajes de Conrad, en los de Camus, en los de Kafka.
Desarraigo que, a veces, es fruto del desamor, de la marginalidad, de hallarse transterrado.
Y este desarraigo se palpa y se siente íntimamente en nuestra vida. Recuerdo, en una oportunidad, estar solito con mi alma en Panamá, bebiendo en la barra de un boliche; a mi derecha tenía un hombre (yanki seguramente); a mi izquierda, a otro hombre, retacón y fornido, con aire de marinero. Los dos bebían, yo bebía y todo hacíamos en silencio, encerrado cada uno en sus propios pensamientos, a miles de kilómetros de nuestros afectos, de nuestra tierra.
Sólo la negra que servía le ponía un toque de movimiento y vida a esa escena del desarraigo.
"La patria es la infancia" -dijo Rilke y, por último, recuerdo un cuento gracioso de O.Henry donde un personaje, que alardeaba de su cosmopolitismo y se la pasaba diciendo que, para él, el mundo era su casa, termina liándose a golpes con un tipo que le criticó el pequeño pueblo donde había nacido.


ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales: acaba de ser nombrado "Personalidad destacada de la cultura de la ciudad autónoma de Buenos Aires" por la Legislatura porteña.

10.11.07

Nuevas ediciones

Acaban de salir dos libros publicados por la Editorial Andrómeda, que cuentan con mi traducción.
Uno de ellos es el clásico "El doctor Jekyll y Mr. Hyde" o "El extraño caso del hombre y la bestia" (con el que, también, se lo conoce a nivel popular); es un trabajo que llevaba como cuatro años de espera. Muy bien editado, tiene el agregado de tres cuentos de Stevenson poco conocidos, un prólogo que me pertenece y datos biográficos del autor.
Ustedes saben que Stevenson le dio a leer este texto a su mujer y ella se lo criticó; entonces, el escritor lo arrojó al fuego. Luego, lo rehizo, pero mucho más breve. Es una especie de cuento largo o novela corta donde el narrador escocés se introduce en la dualidad; el bien y el mal están presentes en esa historia donde una pócima inventada por el doctor Jekyll lo va transformando en ese ser aborrecible que es Mr. Hyde.
Algunos creen ver una parábola de la sociedad victoriana donde la pacatería o la aparente normalidad ocultaba trasfondos terribles. Vale la pena leer y hasta releer este libro de Stevenson.
En su época, circuló la versión que Stevenson había conocido al famoso Jack el Destripador, que era un cirujano respetado. Pero al irse de Inglaterra para curar su salud (Stevenson sufría de tisis) a las islas del sur y allá morir, nunca pudo develarse el enigma. El célebre autor de "La isla del tesoro" vivió, apenas, 44 años.
El otro título que traduje fue "Luz de Asia" un libro del inglés Sir Edwin Arnold, un hombre que vivió muchos años en la India y que escribió este texto interesante; son cantos donde se plasma la vida de Buda y su doctrina.
Escrito con gran belleza expresiva, con un gran lirismo, "Luz de Asia" vale la pena de ser leído y es un texto que no tiene casi difusión.
Arnold vivió en el siglo XIX.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales, acaba de ser reconocido como "Personalidad destacada de la Cultura de la ciudad autónoma de Buenos Aires" por la Legislatura).